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miércoles, 7 de agosto de 2013

CAMBIO CLIMATICO EN CHILE


Efectos en Chile


Los efectos del calentamiento global no se han sentido con gran fuerza en el país debido a la influencia sobre el clima de los océanos que nos rodean. Además, la corriente de Humboldt también ayuda a mantener las temperaturas más bajas. Sin embargo, esto no nos exime de las consecuencias del cambio climático.

En los últimos 100 años la temperatura del planeta aumentó 0,7ºC, según reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC). Once, de los últimos 12 años, han sido los más cálidos desde que comenzaron los registros históricos en 1850, y a nivel global, la actual temperatura es la más alta de los últimos mil años.
 
En nuestro territorio, diversos estudios acusan ya algunos cambios:  
  • Las lluvias disminuyen: El Núcleo Científico Milenio FORECOS, de la Universidad Austral de Chile, documentó una sostenida disminución en las precipitaciones, en los últimos 71 años, tras analizar los registros de estaciones meteorológicas ubicadas entre Concepción y Puerto Aysén. En este período, en Valdivia las precipitaciones han disminuido en 540 milímetros. En la misma línea, datos de la Dirección Meteorológica de Chile, muestran cómo en los últimos 100 años las precipitaciones tienden a disminuir en la zona central del país. Forecos también observó una clara tendencia a la baja en los registros de caudales de ríos de la X Región.
 
  • Los glaciares retroceden: El 90% de los glaciares cordilleranos están disminuyendo. En tanto que en Campos de Hielo Sur se registran retrocesos de hasta 30 metros por año. Esto según estudios del Centro de Estudios Científicos (CECS) de Valdivia.
 
  • Aumenta el nivel del mar: Según el glaciólogo Gino Casassa, del CECS, el mar está aumentando su nivel a razón de 0,3 cm por año.
 
  • Hay cambios en la vegetación: Estudios realizados en base a los anillos de crecimiento de árboles, por el Núcleo Científico Milenio FORECOS sugieren que la distribución de la vegetación de la zona sur austral está sufriendo cambios importantes. “Se espera que los límites de distribución de algunas especies se desplacen hacia el sur, lo que podría afectar de manera importante la biodiversidad, distribución y abundancia de especies en los bosques nativos”, explican. 
 
Esta es nuestra realidad, pero ¿qué predicen los informes del IPCC sobre los efectos que tendrá el calentamiento global en esta angosta y larga faja de tierra?
 
Para los próximos 100 años, se estiman:
 
  Impactos en la pesca: 
  • Un alza de la temperatura de las aguas, que afectaría la explotación de especies como el jurel, en la VIII Región, o la anchoveta, en la I y II Región; recurso fundamental para la industria de la harina de pescado.
  • La fauna marina chilena podría verse severamente alterada: actuales especies huirían por el alza de las temperaturas y llegarían otras desconocidas.
  • Un cambio en la salinidad del agua provocaría también el cambio climático, según el meteorólogo Jorge Carrasco. Esto modificaría la fauna existente en algunos fiordos o bahías productivas, debido a una variación del PH del agua que haría migrar a no pocas especies buscando condiciones más apropiadas para su subsistencia.
  • Aumentaría el nivel del mar (hasta 50 centímetros -en promedio- a lo largo del país), obligando a caletas y complejos portuarios a cambiar su posición.
  • La industria salmonera también se vería afectada, pues este recurso necesita aguas de temperaturas muy bajas para reproducirse.

  Impactos en la agricultura: 
  • El aumento de las temperaturas del centro del país y una baja en las precipitaciones, harán que parte de las actividades frutícolas tengan que desplazarse hacia el sur.
  • Las zonas más afectadas, por la baja de precipitaciones, serán las regiones V, VI y parte de la VII, y se prevé un incremento en la aridez del suelo.
  • La actividad forestal deberá adaptarse a este nuevo escenario climático.
     
Estudios criollos
 
La Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) encargó en 2005 un estudio al  Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile para proyectar cómo sería el clima en Chile a fines del siglo 21.
 
Para ello se utilizó un modelo meteorológico creado por la Oficina Meteorológica del Reino Unido, y se trabajó sobre dos probables escenarios: uno moderado y otro severo. Los principales resultados de este estudio sobre "Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI", dicen relación con la temperatura y las precipitaciones:
  • En todo el país se apreciaría aumento de temperatura en ambos escenarios.
  • La mayor variación de temperatura sería en el norte grande y norte chico, y mayormente en la zona andina.
  • En el norte del país, en el sector altiplánico, se produciría un aumento de precipitaciones durante primavera y verano.
  • En el norte chico se estima un aumento pluviométrico durante el invierno.
  • En la zona central los resultados indicarían disminución de precipitaciones particularmente en latitudes medias (V a VIII regiones), y en las estaciones de verano y otoño.
  • En el sur (VIII a X regiones) habría una disminución de precipitaciones de hasta un 50% en verano, manteniéndose prácticamente inalterada la situación en invierno.
  • La región austral presentaría una disminución de la precipitación de un 25% aproximadamente, en verano, normalizándose hacia el invierno. En el extremo austral se apreciaría un leve aumento de las precipitaciones (de hasta un 20%), que se mantendría durante todo el año.

A estos resultados, se sumarán los datos aportados por distintos centros de investigación que actualmente estudian los efectos del cambio climático sobre el territorio, como el Departamento de Geofísica de Universidad de Concepción; el Instituto de Ecología y Biodiversidad (Iniciativa Científica Milenio); el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza) de la Universidad de La Serena; el Departamento de Química de la Universidad Federico Santa María; el Centro de Estudios Científicos (CECS) y el Núcleo Científico Milenio FORECOS.

Haciendo frente al cambio


 
Existe un Comité Nacional Asesor en esta materia y en 2006 se elaboró una estrategia nacional, que tiene como ejes principales el cómo adaptarse a los impactos del cambio climático, cómo mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y crear y fomentar capacidades en este tema.
 
Actualmente se trabaja en un plan de acción, que debiera estar listo a fines de año, que oriente respecto a qué medidas tomar.
 
A juicio de la ministra de Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte, el Estado deberá diseñar y aplicar políticas públicas orientadas a mitigar los impactos y adaptarse a las realidades que vayan emergiendo, así como a involucrar al sector privado en cuanto a la innovación y gestión tecnológica del proceso productivo nacional.
 
Sostiene que este plan de acción deberá hacerse cargo de las realidades regionales y sectoriales con estrategias diferenciadas para su efectividad, y que la ciudadanía también tiene un rol fundamental en esto.
 
Algunas de las medidas que las autoridades han señalado para contrarrestar este fenómeno, son:
  • Aumentar la capacidad de riego
  • Implementar una política de construcción de embalses y aguas
  • Desarrollar los biocombustibles
  • Promover el uso de energía renovables
  • Promover el uso sustentable del bosque nativo
  • Diseñar una estrategia de desarrollo de cuencas
  • Seguir promoviendo los proyectos de mecanismo de desarrollo limpio (MDL).
 
Por otro lado, ambas cámaras del Parlamento están al tanto de los últimos estudios. De hecho, la Cámara de Diputados acordó solicitar a la Presidenta de la República impulsar una campaña nacional orientada al uso eficiente de la energía, tanto en las actividades productivas, como en las conductas cotidianas y domésticas de la población.
 
Finalmente, si Chile quiere ingresar a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), deberá seguir haciendo frente a esta problemática ambiental que trae importantes efectos sociales y económicos.

Cómo todos pueden contribuir


Un simple acto, como cambiar una ampolleta, puede ayudar a enfrentar el fenómeno del cambio climático. Y es que cualquier medida que apunte a la eficiencia y ahorro energético sirve. Mientras menos energía demandemos, habrá menos quema de combustibles fósiles y menos gases de efecto invernadero en la atmósfera.
 
Así, la lista de medidas que los ciudadanos pueden implementar para contribuir es larga: 
 
  • Por cada kilowatt/hora de electricidad que se ahorra, se evita la emisión de aproximadamente 800 gramos de CO2 a la atmósfera.
  • Si pinta cielos y paredes de colores claros, puede ahorrar un 5% en energía.
  • Aproveche la luz natural. Use colores claros para decorar su casa, ya que absorben menos luz.
  • Una ampolleta eficiente de 20 watts, ilumina lo mismo que una ampolleta común de 100 watts, pero consume cinco veces menos; por lo tanto, iluminar con una ampolleta corriente cuesta cinco veces más caro.
  • Para producir 500 Kg. de papel es necesario el talaje de un árbol adulto. El consumo en Chile es de alrededor de 830 mil toneladas, lo que equivale al talaje de 1.660.000 árboles adultos. 
  • Compre la menor cantidad posible de productos empaquetados (generan el 30% de la basura doméstica).
  • Apague los aparatos eléctricos cuando no los esté usando.
  • Evite filtraciones por puertas y ventanas.
  • Cocine con la llama justa. Si la llama sobrepasa el fondo de la olla, se pierde energía.
  • Si calienta mucha agua, guarde en un termo la que no utiliza.
  • Evite usar el auto en tramos cortos.
 
Podrá encontrar aún más recomendaciones en la Guía para el uso eficiente de la energía, elaborada por el Programa País de Eficiencia Energética y Programa Chile Sustentable.

Y otras 51 medidas en esta Guía de supervivencia del calentamiento global, de la revista Time, donde le señalan hasta cómo encargar una auditoría ambiental de su hogar… todo sea por contribuir a la salud del planeta.

Cambio climático: sus efectos en Chile y las acciones para combatirlo


Efectos en Chile


Los efectos del calentamiento global no se han sentido con gran fuerza en el país debido a la influencia sobre el clima de los océanos que nos rodean. Además, la corriente de Humboldt también ayuda a mantener las temperaturas más bajas. Sin embargo, esto no nos exime de las consecuencias del cambio climático.

En los últimos 100 años la temperatura del planeta aumentó 0,7ºC, según reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC). Once, de los últimos 12 años, han sido los más cálidos desde que comenzaron los registros históricos en 1850, y a nivel global, la actual temperatura es la más alta de los últimos mil años.
 
En nuestro territorio, diversos estudios acusan ya algunos cambios:  
  • Las lluvias disminuyen: El Núcleo Científico Milenio FORECOS, de la Universidad Austral de Chile, documentó una sostenida disminución en las precipitaciones, en los últimos 71 años, tras analizar los registros de estaciones meteorológicas ubicadas entre Concepción y Puerto Aysén. En este período, en Valdivia las precipitaciones han disminuido en 540 milímetros. En la misma línea, datos de la Dirección Meteorológica de Chile, muestran cómo en los últimos 100 años las precipitaciones tienden a disminuir en la zona central del país. Forecos también observó una clara tendencia a la baja en los registros de caudales de ríos de la X Región.  
    •  Los glaciares retroceden: El 90% de los glaciares cordilleranos están disminuyendo. En tanto que en Campos de Hielo Sur se registran retrocesos de hasta 30 metros por año. Esto según estudios del Centro de Estudios Científicos (CECS) de Valdivia.

  •  Aumenta el nivel del mar: Según el glaciólogo Gino Casassa, del CECS, el mar está aumentando su nivel a razón de 0,3 cm por año.
  •  Hay cambios en la vegetación: Estudios realizados en base a los anillos de crecimiento de árboles, por el Núcleo Científico Milenio FORECOS sugieren que la distribución de la vegetación de la zona sur austral está sufriendo cambios importantes. “Se espera que los límites de distribución de algunas especies se desplacen hacia el sur, lo que podría afectar de manera importante la biodiversidad, distribución y abundancia de especies en los bosques nativos”, explican. 

Esta es nuestra realidad, pero ¿qué predicen los informes del IPCC sobre los efectos que tendrá el calentamiento global en esta angosta y larga faja de tierra?
 
Para los próximos 100 años, se estiman:
 
  Impactos en la pesca: 
  • Un alza de la temperatura de las aguas, que afectaría la explotación de especies como el jurel, en la VIII Región, o la anchoveta, en la I y II Región; recurso fundamental para la industria de la harina de pescado.
  • La fauna marina chilena podría verse severamente alterada: actuales especies huirían por el alza de las temperaturas y llegarían otras desconocidas.
  • Un cambio en la salinidad del agua provocaría también el cambio climático, según el meteorólogo Jorge Carrasco. Esto modificaría la fauna existente en algunos fiordos o bahías productivas, debido a una variación del PH del agua que haría migrar a no pocas especies buscando condiciones más apropiadas para su subsistencia.
  • Aumentaría el nivel del mar (hasta 50 centímetros -en promedio- a lo largo del país), obligando a caletas y complejos portuarios a cambiar su posición.
  • La industria salmonera también se vería afectada, pues este recurso necesita aguas de temperaturas muy bajas para reproducirse.

  Impactos en la agricultura: 
  • El aumento de las temperaturas del centro del país y una baja en las precipitaciones, harán que parte de las actividades frutícolas tengan que desplazarse hacia el sur.
  • Las zonas más afectadas, por la baja de precipitaciones, serán las regiones V, VI y parte de la VII, y se prevé un incremento en la aridez del suelo.
  • La actividad forestal deberá adaptarse a este nuevo escenario climático.
     
Estudios criollos
 
La Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) encargó en 2005 un estudio al  Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile para proyectar cómo sería el clima en Chile a fines del siglo 21.
 
Para ello se utilizó un modelo meteorológico creado por la Oficina Meteorológica del Reino Unido, y se trabajó sobre dos probables escenarios: uno moderado y otro severo. Los principales resultados de este estudio sobre "Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI", dicen relación con la temperatura y las precipitaciones:
  • En todo el país se apreciaría aumento de temperatura en ambos escenarios.
  • La mayor variación de temperatura sería en el norte grande y norte chico, y mayormente en la zona andina.
  • En el norte del país, en el sector altiplánico, se produciría un aumento de precipitaciones durante primavera y verano.
  • En el norte chico se estima un aumento pluviométrico durante el invierno.
  • En la zona central los resultados indicarían disminución de precipitaciones particularmente en latitudes medias (V a VIII regiones), y en las estaciones de verano y otoño.
  • En el sur (VIII a X regiones) habría una disminución de precipitaciones de hasta un 50% en verano, manteniéndose prácticamente inalterada la situación en invierno.
  • La región austral presentaría una disminución de la precipitación de un 25% aproximadamente, en verano, normalizándose hacia el invierno. En el extremo austral se apreciaría un leve aumento de las precipitaciones (de hasta un 20%), que se mantendría durante todo el año.

A estos resultados, se sumarán los datos aportados por distintos centros de investigación que actualmente estudian los efectos del cambio climático sobre el territorio, como el Departamento de Geofísica de Universidad de Concepción; el Instituto de Ecología y Biodiversidad (Iniciativa Científica Milenio); el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza) de la Universidad de La Serena; el Departamento de Química de la Universidad Federico Santa María; el Centro de Estudios Científicos (CECS) y el Núcleo Científico Milenio FORECOS.

Haciendo frente al cambio


 
Existe un Comité Nacional Asesor en esta materia y en 2006 se elaboró una estrategia nacional, que tiene como ejes principales el cómo adaptarse a los impactos del cambio climático, cómo mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y crear y fomentar capacidades en este tema.
 
Actualmente se trabaja en un plan de acción, que debiera estar listo a fines de año, que oriente respecto a qué medidas tomar.
 
A juicio de la ministra de Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte, el Estado deberá diseñar y aplicar políticas públicas orientadas a mitigar los impactos y adaptarse a las realidades que vayan emergiendo, así como a involucrar al sector privado en cuanto a la innovación y gestión tecnológica del proceso productivo nacional.
 
Sostiene que este plan de acción deberá hacerse cargo de las realidades regionales y sectoriales con estrategias diferenciadas para su efectividad, y que la ciudadanía también tiene un rol fundamental en esto.
 
Algunas de las medidas que las autoridades han señalado para contrarrestar este fenómeno, son:
  • Aumentar la capacidad de riego
  • Implementar una política de construcción de embalses y aguas
  • Desarrollar los biocombustibles
  • Promover el uso de energía renovables
  • Promover el uso sustentable del bosque nativo
  • Diseñar una estrategia de desarrollo de cuencas
  • Seguir promoviendo los proyectos de mecanismo de desarrollo limpio (MDL).
 
Por otro lado, ambas cámaras del Parlamento están al tanto de los últimos estudios. De hecho, la Cámara de Diputados acordó solicitar a la Presidenta de la República impulsar una campaña nacional orientada al uso eficiente de la energía, tanto en las actividades productivas, como en las conductas cotidianas y domésticas de la población.
 
Finalmente, si Chile quiere ingresar a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), deberá seguir haciendo frente a esta problemática ambiental que trae importantes efectos sociales y económicos.

Cómo todos pueden contribuir


Un simple acto, como cambiar una ampolleta, puede ayudar a enfrentar el fenómeno del cambio climático. Y es que cualquier medida que apunte a la eficiencia y ahorro energético sirve. Mientras menos energía demandemos, habrá menos quema de combustibles fósiles y menos gases de efecto invernadero en la atmósfera.
 
Así, la lista de medidas que los ciudadanos pueden implementar para contribuir es larga: 
 
  • Por cada kilowatt/hora de electricidad que se ahorra, se evita la emisión de aproximadamente 800 gramos de CO2 a la atmósfera.
  • Si pinta cielos y paredes de colores claros, puede ahorrar un 5% en energía.
  • Aproveche la luz natural. Use colores claros para decorar su casa, ya que absorben menos luz.
  • Una ampolleta eficiente de 20 watts, ilumina lo mismo que una ampolleta común de 100 watts, pero consume cinco veces menos; por lo tanto, iluminar con una ampolleta corriente cuesta cinco veces más caro.
  • Para producir 500 Kg. de papel es necesario el talaje de un árbol adulto. El consumo en Chile es de alrededor de 830 mil toneladas, lo que equivale al talaje de 1.660.000 árboles adultos. 
  • Compre la menor cantidad posible de productos empaquetados (generan el 30% de la basura doméstica).
  • Apague los aparatos eléctricos cuando no los esté usando.
  • Evite filtraciones por puertas y ventanas.
  • Cocine con la llama justa. Si la llama sobrepasa el fondo de la olla, se pierde energía.
  • Si calienta mucha agua, guarde en un termo la que no utiliza.
  • Evite usar el auto en tramos cortos.
 

EFECTOS DEL CAMBIO GLOBAL EN CHILE

Cambio Global en Chile
 Ante la magnitud del cambio en ciernes, donde se sugiere que habrá cambios en muchas variables simultáneamente y muchas de las cosas que damos por sentadas ya no serán así, cabe preguntarse por las estrategias que países pequeños, como Chile, deben adoptar. En base a los elemento disponibles es posible hacer un par de sugerencias que podrían contribuir a su diseño.
Pareciera que dos elementos fundamentales de esa estrategia deberán ser, por un lado, mantenerse informados acerca de qué se sabe de los cambios y cómo afectarán a distintas partes de la biosfera y, por otro, ponderar la importancia que los distintos componentes del cambio global podrían tener en Chile.
Se mencionó que el cambio global ya se está produciendo, que su complejidad es mayor que la de cambios pasados, y que se está sólo empezando a comprender su magnitud y significado. Sin duda la mejor manera de compenetrares con lo que sucede es aprender lo que se investiga en otras partes y relacionar esos descubrimientos con la situación chilena. No aparece razonable intentar investigar lo que podría suceder en Chile manteniéndose aislado de los avances en el resto del mundo, pero es necesario investigar cómo se dan los fenómenos en el país. Sabemos que la particularidad de los ecosistemas locales es tanta como para que, ni en Chile ni en ninguna otra parte del mundo, pueda descansarse sobre resultados obtenidos en otros lugares y confiarse que los sistemas locales responderán en forma similar. Es preciso averiguar cómo responderán nuestros ecosistemas y cómo podrían mitigarse los cambios en sociedades como la nuestra.
Por otro lado, todos los aspectos del cambio global no afectan a todos los países con igual importancia, ni tienen la misma velocidad de desarrollo. Como se mostró, la evidencia disponible sugiere que el cambio climático sería relativamente lento en Chile, comparado con lo esperado a latitudes similares en el Hemisferio Norte. Pero los cambios asociados a la industrialización, al cambio de uso de la tierra y de los recurso, podrían ser mucho mayores y más rápido. En otras palabras, y a modo de hipótesis, podría ser que los cambios debido al cambio de uso de la tierra y la industrialización fuesen tan rápidos y desbastadores que los cambios climáticos queden enmascarados. Por ejemplo, podría ser que cuando haya transcurrido suficiente tiempo y se den las condiciones para verificar el efecto del cambio climático sobre la distribución de los bosques de Chile, ya no queden bosques porque han sido sobreexplotados. Lo mismo podría suceder con otros ecosistemas y con distintas especies.
De tal modo es preciso mantenerse informado del conocimiento existente sobre los cambios globales, puesto que por la globalización de la economía mundial los efectos locales son tan importantes como los relacionados con otros centros de producción y consumo. Esto ocurrirá más rápido en la medida que entendamos que nuestros problemas son parte de un fenómeno más general. Pero, también es necesario revaluar continuamente la importancia de los distintos aspectos del cambio global y cómo ellos afectan a los ecosistemas de nuestro país y a su sociedad. Los más capacitados y más interesados en hacerlo somos los chilenos. El país no puede permanecer al margen de la investigación sobre el cambio global que se está produciendo, a riesgo de depender de interpretaciones hechas por otros en base a realidades ecológicas y sociales diferentes.

El impacto del cambio climático en Chile

El impacto del cambio climático en Chile

Hacia 2050 no sólo viviremos en un país más caluroso, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con más días nublados. Una serie de paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas, trasladando cultivos desde la zona central hacia el sur y disminuyendo la cobertura de nuestros bosques. Son las conclusiones de nuevos estudios que, más allá de los evidentes cambios, resultan fundamentales para diseñar estrategias que mitiguen los efectos del calentamiento global en Chile.

por Ricardo Acevedo - 22/06/2013 - 03:14
En los Valles de Leyda y Casablanca, en la zona central, son los trabajadores que siembran y cosechan la tierra quienes más saben de cambio climático. No necesitaron conocer los reportes de Naciones Unidas ni escarbar en complicados estudios científicos para saber que el clima está cambiando de forma acelerada en unas pocas décadas. Allí no hay escépticos, tampoco ecologistas ni defensores de causas perdidas, sólo gente que ha vivido toda una vida ligada al campo. Si una planta no crece, si llueve menos, si las temperaturas son más altas o más frías, son ellos a quienes hay que preguntar. “Antes el agua de los pozos la encontrábamos cerquita, a unos ocho metros ya encontraba agua usted. Hoy tiene que hacer pozos mucho más grandes, a veces de hasta 80 metros para poder encontrar algo”. No es raro hallar testimonios similares en los campos de Chile. Y la evidencia científica más reciente respalda estos relatos de primera mano, al punto que pocos dudan a estas alturas de que hemos comenzado a vivir los efectos del calentamiento global y que la actividad del hombre está detrás del fenómeno.
Este año, por primera vez, la presencia de Co2 en la atmósfera superó la marca de las 400 partes por millón, duplicando en un lapso de poco más de cien años los niveles que existían antes de la era industrial. Ningún ciclo natural es capaz de causar este efecto en tan corto período, como demuestra el hecho de que durante toda la civilización humana los niveles de dióxido de carbono se mantuvieron entre las 180 y 280 partes por millón. Lo que, según estudios de la Nasa y los paneles de expertos de la ONU, ha causado que en las últimas tres décadas la temperatura del planeta haya subido en un grado Celsius como promedio.
En Chile, el océano Pacífico tiene un efecto moderador del impacto que a nivel global causa el alza de temperatura, pero nuevos estudios revelan que aun así el país registrará cambios significativos en el clima.
Una investigación encargada por el Ministerio del Medio Ambiente al Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile analizó los escenarios climáticos hacia 2030 y 2050. ¿Sus conclusiones? De no aplicarse medidas de mitigación, no sólo viviremos en un país más cálido, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con días más nublados, sino que muchos paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas. Los posibles efectos incluyen el traslado de los cultivos tradicionales de la zona central hacia el sur y la disminución de la cobertura del bosque nativo.
Claro, el informe de la U. de Chile no plantea un destino ineludible. Pero si todo se mantiene tal cual es muy posible que, así como hoy en el campo los más viejos se admiran por “lo mucho que ha cambiado el clima”, nosotros tendremos que contar a nuestros nietos cómo era el paisaje chileno cuando el milenio recién comenzaba.
CLIMA MAS CALIDO
El aumento de temperatura afectará a todo el territorio. Pero si usted vive en las ciudades del interior, su percepción del cambio será mucho mayor. La cercanía del océano mitiga el impacto, porque la nubosidad y brisa marina que ingresan al continente mantienen los niveles de humedad, a lo que se suma el efecto de fenómenos como La Niña, que enfrían la superficie del mar disminuyendo las temperaturas. Por eso se estima un aumento promedio de 1,5 grados para la costa, cifra que irá creciendo a medida que se avanza hacia el interior: sobre los dos mil metros de altura, el alza podría llegar a superar los tres grados centígrados.
Si es un santiaguino acostumbrado a noches de verano más frescas, que lo alivian del calor del día, hacia 2030 lo más probable es que deba considerar sí o sí un sistema de aire acondicionado si quiere dormir bien. Porque en verano la capital registrará un aumento en sus temperaturas mínimas y máximas. Se proyecta, por ejemplo, un alza de 1,6 grados en la máxima promedio, pasando de 30,5° de ahora a 32,1° durante los eneros de los próximos 17 años. Y olvídese del frío intenso en julio: la temperatura mínima promedio se elevará 2,1 grados (de los 4,2 grados actuales a 6,3 grados).
Hacia mediados de siglo, una de las ciudades más cálidas del país será Los Andes, con máximas promedio en verano de 33,3 grados, es decir, 2,4 grados más que ahora.
Las regiones que hoy son más frías experimentarán el mismo fenómeno. Concepción, por ejemplo. Si la temperatura mínima en pleno invierno alcanza un promedio de 3,5 grados, hacia 2030 llegará a 4,4 grados, prácticamente un grado más en tan sólo 17 años. Para 2050, las temperaturas mínimas serán todavía más elevadas, llegando a los 4,9 grados en esa ciudad. Igual situación para el norte. Calama, enclavada en pleno desierto, con temperaturas máximas que subirán 1,9 grados en el verano respecto de las actuales. Sin embargo, habrá otro cambio aún más notorio en esta zona: las temperaturas mínimas extremas que suelen caracterizar el clima del desierto también aumentarán. Para mediados de siglo, el alza será de 2,5 grados, pasando de 1,3 grados a 3,8 grados la mínima promedio en invierno.
Para el doctor Fernando Santibáñez, responsable científico del estudio, los alcances de este aumento de temperatura son significativos, afectando las precipitaciones, la nubosidad y, en especial, al paisaje. No sólo tendremos que acostumbrarnos a más días nublados debido al contraste con el océano: el clima cálido aumenta la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra firme, contraste que moviliza más aire desde la costa hacia el continente. También habrá que sumar que, mientras disminuyen las lluvias, aumentarán eventos extremos, como tormentas eléctricas y granizadas, algo similar a lo que ocurre en el trópico, pero con episodios súbitos que podrían desencadenarse en verano o invierno.
MENOS LLUVIAS
Es en este contexto que uno de los principales desafíos será enfrentar las consecuencias de la disminución de precipitaciones. Datos de la Dirección Meteorológica de Chile señalan que, en promedio, actualmente se registran 10 días menos de lluvia que hace 100 años. Y esta tendencia se acentuará. Dentro de 17 años, la capital registrará 46 mm menos de agua caída y para 2050 serán 64 mm menos. Más al norte, el escenario es peor: en Ovalle, por ejemplo, la disminución de las precipitaciones significará casi 20 mm menos de agua caída en 2030 y casi 30 mm menos en 2050. Otra zona igualmente agrícola es la de Curicó. Y ahí el tema es más marcado. En 2030 se registrarán 131 mm menos de lluvia y a mediados de siglo, la baja será de casi 180 mm.
En efecto, el estudio de la Universidad de Chile proyecta que el fenómeno se está acelerando. Uno de los ejemplos más claros en este sentido es Valdivia. Un estudio dado a conocer en 2007 por la Universidad Austral, que analizó información de estaciones meteorológicas entre Concepción y Aysén, documentó una disminución de 540 milímetros durante los últimos 71 años en la Región de Los Ríos. Pero el análisis de la U. de Chile muestra que bastarán 17 años para que esta zona registre casi 250 mm menos.
No es todo. En la zona centro sur también se presentará otro fenómeno: lloverá más intensamente en cortos períodos de tiempo, lo que impide la infiltración de agua hacia las napas subterráneas, al escurrir más rápido en la superficie. En términos simples, el agua no se alcanza a absorber (ni a acumular en el subsuelo), por lo que degrada los suelos y eleva el riesgo de desastres naturales, como avalanchas y deslizamientos de tierra. Todo esto no sólo afecta la disponibilidad de agua para la agricultura, también influye en la disminución de ecosistemas sensibles como el bosque nativo, desplazando hacia el sur climas que hoy caracterizan al Norte Chico y la zona centro sur.
Sólo en Arica y Calama se registrará un leve aumento de precipitaciones. En la capital de la XV Región, el agua caída pasará de 2 mm a 2,1 mm, mientras que en la ciudad minera subirá de 20,5 a 24,1. Un fenómeno que ya fue advertido en el estudio “Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI”, realizado por el Departamento de Geofísica y Matemáticas de la U. de Chile, donde se explica que en el Norte Grande y especialmente en el altiplano, habrá un aumento de lluvias en primavera y verano, reforzadas por el invierno boliviano.
EL DESIERTO AVANZA
En este nuevo escenario climático los bordes del desierto se extenderán un promedio de 50 kilómetros, lo que prácticamente “empujará” hacia el sur climas que hoy son propios de la zona central. “Estos cambios se manifestarán principalmente hasta el sur de la Araucanía”, explica Santibáñez.
La Cuarta Región, por ejemplo, con su clima árido, de vegetación arbustiva, pero de excelencia para cultivos como las viñas, comenzará a mostrar un paisaje cada vez más parecido al desierto, donde será imposible sostener la agricultura tradicional. Santiago, en tanto, transitará de un clima semiárido a uno árido, exhibiendo un paisaje mucho más cercano al que conocemos hoy en la IV Región. En la precordillera usted encontrará menos bosques y más matorral de tipo espinoso, como el que aprecia hoy cuando viaja por carretera al Norte Chico.
“Los abuelos de mediados de este siglo van a poder reconocer este cambio en el paisaje”, dice Leonel Sierralta, jefe de la División de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, quien explica que los límites agrícolas en el Chile más cálido se modificarán, de manera que habrá cultivos de la zona central que sólo se podrán hacer más al sur. Y los cambios ya se están apreciando. Un ejemplo es lo que sucede con frutos como el kiwi y que complica los procesos de exportación: están madurando antes de llegar a otros países. “Es muy probable que todo lo que se produce hoy hasta Talca llegue a tener mejores condiciones para ser cultivado en regiones como el Biobío y la Araucanía”, explica Fernando Santibáñez.
EL NUEVO MAPA DEL VINO
Uno de los cultivos más importantes que se desplazarán es el vitivinícola. ¿Se imagina comprando un vino que fue producido en Valdivia? Esto podría ser realidad hacia 2050. Un estudio dado a conocer a fines de marzo por la Universidad Austral y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) explica que se perderá gran parte de la actual zona apta para viñas, pero que se abrirán nuevas áreas en lugares hasta ahora inusuales, como Talca y Valdivia.
En Chile, el área de producción de vino actualmente se extiende entre la IV Región y el Biobío, pero el aumento de temperatura y la menor disponibilidad de agua ya empiezan a notarse: el 95% de las viñas tiene problemas de suministro de agua, según el estudio. De hecho, se estima que en las actuales regiones de clima mediterráneo, como Maipo, Cachapoal y Colchagua, donde se cultivan variedades premium, la zona apta para vinicultura disminuirá en 25%.
Claro que no todo está perdido para la zona central. Una de las conclusiones del estudio es que se podrá recurrir a nuevas cepas que ofrezcan sabores similares, pero que se adapten mejor al nuevo clima. Y, según los autores del estudio del Ministerio del Medio Ambiente, la zona podría renovar su agricultura, optando por cultivos tropicales (cereales, cítricos, paltas y chirimoyas) beneficiados con la disminución de heladas y el aumento de temperatura.
BOSQUES QUE SE DESPLAZAN
Especies como el quillay, el boldo y el litre, el peumo y el maitén, que para todos son familiares en la zona central, podrían prácticamente desaparecer de los ecosistemas. Una posibilidad es que persistan sólo en áreas mucho más reducidas, como aquellas que mantendrán humedad en quebradas y en zonas costeras. Estos árboles forman parte del llamado bosque esclerófilo, que regula las cuencas de los ríos, absorbe agua alimentando napas subterráneas, evita riesgos naturales como deslizamientos de tierras y alberga una biodiversidad que incluye mamíferos como el zorro, el puma, así como numerosas especies de aves. Pero lo más común en la zona central de mediados de siglo será el matorral espinoso, un paisaje más seco, árido, parecido al que presenta actualmente la IV Región.
Más hacia el sur también habrá cambios en los bosques. A mediados de la década pasada, un estudio realizado sobre la base de los anillos de crecimiento de árboles por científicos del Núcleo Científico Milenio Forecos, de la Universidad Austral, había ya sugerido que la distribución de la vegetación austral estaba sufriendo transformaciones importantes. Ahora, Patricio Pliscoff, académico del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile y que participó en el estudio que encargó el Ministerio del Medio Ambiente, explica que según el nuevo análisis, especies nativas como el alerce, la araucaria y el ciprés de las Guaitecas (especies de coníferas que conforman el llamado bosque resinoso característico del sur de Chile) tendrán más dificultades para adaptarse al nuevo clima debido a sus largos períodos de vida.
¿Por qué? En 1993, el científico y líder del grupo Milenio Forecos, Antonio Lara, publicó una investigación que analizando los anillos de crecimiento del alerce descubrió especímenes que tenían 3.600 años de edad en el sur de Chile, lo que convierte a estos árboles en una de las especies más longevas del planeta. Debido a que las huellas del clima también quedan marcadas en el crecimiento de los árboles (si llueve menos, el anillo es más delgado y viceversa), estas investigaciones han permitido también comprobar que el calentamiento global es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos cien años. Pero esta misma longevidad juega en contra de estas especies de bosque nativo chileno: no alcanzan a modificar su ADN con la rapidez suficiente que necesitan para adaptarse a un clima con mayor temperatura.
Ahora bien. El estudio de la U. Austral y el IEB también revela que todos estos fenómenos se pueden mitigar, en parte, conservando las pequeños concentraciones de bosques que perdurarán, para crear microclimas que aprovechen sus características, en especial los de tipo esclerófilo. Por ejemplo: una zona de cultivo presenta menos temperatura si en su entorno existen estos bosques, ya que evaporan gran parte del agua que consumen, un proceso en el cual consumen energía del Sol y enfrían el ambiente. Desde hace cinco años que la académica de la U. Austral Olga Barbosa y su equipo del Programa Vino Cambio Climático y Biodiversidad, están trabajando en viñas para mantener “corredores” de vegetación alrededor de los parronales. “Ya se han sumado 14 viñas, con un total de 600 hectáreas como promedio, las que en su conjunto representan el 78% de las exportaciones”, explica Barbosa.
Hay que agregar que, en contraste con otras especies como el pino y el eucalipto, que consumen mucha agua y saturan los suelos, los árboles nativos actúan como una suerte de “esponja”: absorben el agua alimentando las capas subterráneas que alimentan vertientes y pozos.
DISMINUCION DE GLACIARES
Medidas como la mantención de los bosques nativos pueden resultar vitales, considerando que otra de las consecuencias de la disminución de precipitaciones y el aumento de temperatura es la pérdida de importantes reservas de agua, debido al sostenido retroceso que presentan los glaciares en todo el país. Un fenómeno que los estudios muestran se ha ido acentuando: se estima que el 90% de los glaciares en todo Chile ha disminuido en mayor o menor medida su volumen. Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios Científicos (Cecs), es uno de los expertos que más ha estudiado estos glaciares. Utilizando sofisticados instrumentos científicos, las investigaciones en que ha participado han aportado evidencia para probar que el calentamiento global afecta con mayor fuerza a las zonas de altura, lo que contrasta con lo que ocurre en la zona costera. ¿Qué significa esto? El aumento de temperatura en las montañas implica que la línea de nieve sube y que, como resultado, hay menos precipitación sólida, haciendo que el volumen y masa del glaciar disminuya.
De esto hay ejemplos dramáticos en la Patagonia, como el glaciar Jorge Montt, que durante el siglo XX retrocedió 20 kilómetros. En tanto, estudios realizados en glaciares en la zona del Cajón del Maipo muestran que éstos han perdido entre el 15% y 20% de su área en los últimos 60 años. El descenso proyectado en las precipitaciones que muestra el nuevo estudio de la U. de Chile tenderá a incrementar este fenómeno, pero Andrés Rivera advierte que todos estos análisis se basan en modelos de predicción, que pueden ser en parte mitigados por fluctuaciones interanuales del clima, como fenómenos La Niña y El Niño. “Son tendencias que se superponen con la variabilidad climática, por lo que no es que estemos ante un escenario de extinción, sino de disminución de áreas”, dice.
LA MITIGACION
Lo que nadie discute es que con la disminución de lluvias y de glaciares se presentará un déficit en la disponibilidad de agua. Leonel Sierralta explica que uno de los sistemas que se proponen para contrarrestar este fenómeno es la construcción de grandes embalses a partir del agua proveniente del deshielo, una suerte de “reemplazo” de la función que hasta ahora cumplen los glaciares que desaparecen. La idea es que estos embalses puedan ir liberando agua de forma paulatina en los meses secos, ayudando a conservar saludables cuencas de los ríos y manteniendo las reservas de aguas. Todo esto también ayuda a atenuar la desaparición de los bosques y a conservar los ecosistemas que los sostienen.
En el Ministerio del Medio Ambiente dicen que este estudio busca precisamente contar con información científica que permita adoptar políticas públicas que ayuden a contrarrestar estos fenómenos en el largo plazo: embalses, obras hidráulicas, sistemas de regulación hidrológica y mejoramiento de la red de canales de riego son algunas de las opciones a las que se puede acceder. “Las políticas cortoplacistas son insuficientes para tomar decisiones adecuadas para proteger nuestra riqueza natural”, dice la ministra de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez.
La ministra agrega que se contempla una estrategia de Estado para combatir el nuevo escenario climático, un plan que se llevará a cabo en conjunto con otros ministerios. Esta estrategia considera nueve planes sectoriales de adaptación y un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. “El plan del sector silvoagropecuario está terminado, el de biodiversidad está entrando en consulta pública. Los otros siete planes son: Turismo, Energía, Pesca y Acuicultura, Salud, Infraestructura, Recursos Hídricos y Ciudades”, concluye la ministra Benítez.

UNA TRISTE REALIDAD Y GRAN PELIGRO

El impacto del cambio climático en Chile

Hacia 2050 no sólo viviremos en un país más caluroso, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con más días nublados. Una serie de paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas, trasladando cultivos desde la zona central hacia el sur y disminuyendo la cobertura de nuestros bosques. Son las conclusiones de nuevos estudios que, más allá de los evidentes cambios, resultan fundamentales para diseñar estrategias que mitiguen los efectos del calentamiento global en Chile.

por Ricardo Acevedo - 22/06/2013 - 03:14
En los Valles de Leyda y Casablanca, en la zona central, son los trabajadores que siembran y cosechan la tierra quienes más saben de cambio climático. No necesitaron conocer los reportes de Naciones Unidas ni escarbar en complicados estudios científicos para saber que el clima está cambiando de forma acelerada en unas pocas décadas. Allí no hay escépticos, tampoco ecologistas ni defensores de causas perdidas, sólo gente que ha vivido toda una vida ligada al campo. Si una planta no crece, si llueve menos, si las temperaturas son más altas o más frías, son ellos a quienes hay que preguntar. “Antes el agua de los pozos la encontrábamos cerquita, a unos ocho metros ya encontraba agua usted. Hoy tiene que hacer pozos mucho más grandes, a veces de hasta 80 metros para poder encontrar algo”. No es raro hallar testimonios similares en los campos de Chile. Y la evidencia científica más reciente respalda estos relatos de primera mano, al punto que pocos dudan a estas alturas de que hemos comenzado a vivir los efectos del calentamiento global y que la actividad del hombre está detrás del fenómeno.
Este año, por primera vez, la presencia de Co2 en la atmósfera superó la marca de las 400 partes por millón, duplicando en un lapso de poco más de cien años los niveles que existían antes de la era industrial. Ningún ciclo natural es capaz de causar este efecto en tan corto período, como demuestra el hecho de que durante toda la civilización humana los niveles de dióxido de carbono se mantuvieron entre las 180 y 280 partes por millón. Lo que, según estudios de la Nasa y los paneles de expertos de la ONU, ha causado que en las últimas tres décadas la temperatura del planeta haya subido en un grado Celsius como promedio.
En Chile, el océano Pacífico tiene un efecto moderador del impacto que a nivel global causa el alza de temperatura, pero nuevos estudios revelan que aun así el país registrará cambios significativos en el clima.
Una investigación encargada por el Ministerio del Medio Ambiente al Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile analizó los escenarios climáticos hacia 2030 y 2050. ¿Sus conclusiones? De no aplicarse medidas de mitigación, no sólo viviremos en un país más cálido, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con días más nublados, sino que muchos paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas. Los posibles efectos incluyen el traslado de los cultivos tradicionales de la zona central hacia el sur y la disminución de la cobertura del bosque nativo.
Claro, el informe de la U. de Chile no plantea un destino ineludible. Pero si todo se mantiene tal cual es muy posible que, así como hoy en el campo los más viejos se admiran por “lo mucho que ha cambiado el clima”, nosotros tendremos que contar a nuestros nietos cómo era el paisaje chileno cuando el milenio recién comenzaba.
CLIMA MAS CALIDO
El aumento de temperatura afectará a todo el territorio. Pero si usted vive en las ciudades del interior, su percepción del cambio será mucho mayor. La cercanía del océano mitiga el impacto, porque la nubosidad y brisa marina que ingresan al continente mantienen los niveles de humedad, a lo que se suma el efecto de fenómenos como La Niña, que enfrían la superficie del mar disminuyendo las temperaturas. Por eso se estima un aumento promedio de 1,5 grados para la costa, cifra que irá creciendo a medida que se avanza hacia el interior: sobre los dos mil metros de altura, el alza podría llegar a superar los tres grados centígrados.
Si es un santiaguino acostumbrado a noches de verano más frescas, que lo alivian del calor del día, hacia 2030 lo más probable es que deba considerar sí o sí un sistema de aire acondicionado si quiere dormir bien. Porque en verano la capital registrará un aumento en sus temperaturas mínimas y máximas. Se proyecta, por ejemplo, un alza de 1,6 grados en la máxima promedio, pasando de 30,5° de ahora a 32,1° durante los eneros de los próximos 17 años. Y olvídese del frío intenso en julio: la temperatura mínima promedio se elevará 2,1 grados (de los 4,2 grados actuales a 6,3 grados).
Hacia mediados de siglo, una de las ciudades más cálidas del país será Los Andes, con máximas promedio en verano de 33,3 grados, es decir, 2,4 grados más que ahora.
Las regiones que hoy son más frías experimentarán el mismo fenómeno. Concepción, por ejemplo. Si la temperatura mínima en pleno invierno alcanza un promedio de 3,5 grados, hacia 2030 llegará a 4,4 grados, prácticamente un grado más en tan sólo 17 años. Para 2050, las temperaturas mínimas serán todavía más elevadas, llegando a los 4,9 grados en esa ciudad. Igual situación para el norte. Calama, enclavada en pleno desierto, con temperaturas máximas que subirán 1,9 grados en el verano respecto de las actuales. Sin embargo, habrá otro cambio aún más notorio en esta zona: las temperaturas mínimas extremas que suelen caracterizar el clima del desierto también aumentarán. Para mediados de siglo, el alza será de 2,5 grados, pasando de 1,3 grados a 3,8 grados la mínima promedio en invierno.
Para el doctor Fernando Santibáñez, responsable científico del estudio, los alcances de este aumento de temperatura son significativos, afectando las precipitaciones, la nubosidad y, en especial, al paisaje. No sólo tendremos que acostumbrarnos a más días nublados debido al contraste con el océano: el clima cálido aumenta la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra firme, contraste que moviliza más aire desde la costa hacia el continente. También habrá que sumar que, mientras disminuyen las lluvias, aumentarán eventos extremos, como tormentas eléctricas y granizadas, algo similar a lo que ocurre en el trópico, pero con episodios súbitos que podrían desencadenarse en verano o invierno.
MENOS LLUVIAS
Es en este contexto que uno de los principales desafíos será enfrentar las consecuencias de la disminución de precipitaciones. Datos de la Dirección Meteorológica de Chile señalan que, en promedio, actualmente se registran 10 días menos de lluvia que hace 100 años. Y esta tendencia se acentuará. Dentro de 17 años, la capital registrará 46 mm menos de agua caída y para 2050 serán 64 mm menos. Más al norte, el escenario es peor: en Ovalle, por ejemplo, la disminución de las precipitaciones significará casi 20 mm menos de agua caída en 2030 y casi 30 mm menos en 2050. Otra zona igualmente agrícola es la de Curicó. Y ahí el tema es más marcado. En 2030 se registrarán 131 mm menos de lluvia y a mediados de siglo, la baja será de casi 180 mm.
En efecto, el estudio de la Universidad de Chile proyecta que el fenómeno se está acelerando. Uno de los ejemplos más claros en este sentido es Valdivia. Un estudio dado a conocer en 2007 por la Universidad Austral, que analizó información de estaciones meteorológicas entre Concepción y Aysén, documentó una disminución de 540 milímetros durante los últimos 71 años en la Región de Los Ríos. Pero el análisis de la U. de Chile muestra que bastarán 17 años para que esta zona registre casi 250 mm menos.
No es todo. En la zona centro sur también se presentará otro fenómeno: lloverá más intensamente en cortos períodos de tiempo, lo que impide la infiltración de agua hacia las napas subterráneas, al escurrir más rápido en la superficie. En términos simples, el agua no se alcanza a absorber (ni a acumular en el subsuelo), por lo que degrada los suelos y eleva el riesgo de desastres naturales, como avalanchas y deslizamientos de tierra. Todo esto no sólo afecta la disponibilidad de agua para la agricultura, también influye en la disminución de ecosistemas sensibles como el bosque nativo, desplazando hacia el sur climas que hoy caracterizan al Norte Chico y la zona centro sur.
Sólo en Arica y Calama se registrará un leve aumento de precipitaciones. En la capital de la XV Región, el agua caída pasará de 2 mm a 2,1 mm, mientras que en la ciudad minera subirá de 20,5 a 24,1. Un fenómeno que ya fue advertido en el estudio “Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI”, realizado por el Departamento de Geofísica y Matemáticas de la U. de Chile, donde se explica que en el Norte Grande y especialmente en el altiplano, habrá un aumento de lluvias en primavera y verano, reforzadas por el invierno boliviano.
EL DESIERTO AVANZA
En este nuevo escenario climático los bordes del desierto se extenderán un promedio de 50 kilómetros, lo que prácticamente “empujará” hacia el sur climas que hoy son propios de la zona central. “Estos cambios se manifestarán principalmente hasta el sur de la Araucanía”, explica Santibáñez.
La Cuarta Región, por ejemplo, con su clima árido, de vegetación arbustiva, pero de excelencia para cultivos como las viñas, comenzará a mostrar un paisaje cada vez más parecido al desierto, donde será imposible sostener la agricultura tradicional. Santiago, en tanto, transitará de un clima semiárido a uno árido, exhibiendo un paisaje mucho más cercano al que conocemos hoy en la IV Región. En la precordillera usted encontrará menos bosques y más matorral de tipo espinoso, como el que aprecia hoy cuando viaja por carretera al Norte Chico.
“Los abuelos de mediados de este siglo van a poder reconocer este cambio en el paisaje”, dice Leonel Sierralta, jefe de la División de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, quien explica que los límites agrícolas en el Chile más cálido se modificarán, de manera que habrá cultivos de la zona central que sólo se podrán hacer más al sur. Y los cambios ya se están apreciando. Un ejemplo es lo que sucede con frutos como el kiwi y que complica los procesos de exportación: están madurando antes de llegar a otros países. “Es muy probable que todo lo que se produce hoy hasta Talca llegue a tener mejores condiciones para ser cultivado en regiones como el Biobío y la Araucanía”, explica Fernando Santibáñez.
EL NUEVO MAPA DEL VINO
Uno de los cultivos más importantes que se desplazarán es el vitivinícola. ¿Se imagina comprando un vino que fue producido en Valdivia? Esto podría ser realidad hacia 2050. Un estudio dado a conocer a fines de marzo por la Universidad Austral y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) explica que se perderá gran parte de la actual zona apta para viñas, pero que se abrirán nuevas áreas en lugares hasta ahora inusuales, como Talca y Valdivia.
En Chile, el área de producción de vino actualmente se extiende entre la IV Región y el Biobío, pero el aumento de temperatura y la menor disponibilidad de agua ya empiezan a notarse: el 95% de las viñas tiene problemas de suministro de agua, según el estudio. De hecho, se estima que en las actuales regiones de clima mediterráneo, como Maipo, Cachapoal y Colchagua, donde se cultivan variedades premium, la zona apta para vinicultura disminuirá en 25%.
Claro que no todo está perdido para la zona central. Una de las conclusiones del estudio es que se podrá recurrir a nuevas cepas que ofrezcan sabores similares, pero que se adapten mejor al nuevo clima. Y, según los autores del estudio del Ministerio del Medio Ambiente, la zona podría renovar su agricultura, optando por cultivos tropicales (cereales, cítricos, paltas y chirimoyas) beneficiados con la disminución de heladas y el aumento de temperatura.
BOSQUES QUE SE DESPLAZAN
Especies como el quillay, el boldo y el litre, el peumo y el maitén, que para todos son familiares en la zona central, podrían prácticamente desaparecer de los ecosistemas. Una posibilidad es que persistan sólo en áreas mucho más reducidas, como aquellas que mantendrán humedad en quebradas y en zonas costeras. Estos árboles forman parte del llamado bosque esclerófilo, que regula las cuencas de los ríos, absorbe agua alimentando napas subterráneas, evita riesgos naturales como deslizamientos de tierras y alberga una biodiversidad que incluye mamíferos como el zorro, el puma, así como numerosas especies de aves. Pero lo más común en la zona central de mediados de siglo será el matorral espinoso, un paisaje más seco, árido, parecido al que presenta actualmente la IV Región.
Más hacia el sur también habrá cambios en los bosques. A mediados de la década pasada, un estudio realizado sobre la base de los anillos de crecimiento de árboles por científicos del Núcleo Científico Milenio Forecos, de la Universidad Austral, había ya sugerido que la distribución de la vegetación austral estaba sufriendo transformaciones importantes. Ahora, Patricio Pliscoff, académico del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile y que participó en el estudio que encargó el Ministerio del Medio Ambiente, explica que según el nuevo análisis, especies nativas como el alerce, la araucaria y el ciprés de las Guaitecas (especies de coníferas que conforman el llamado bosque resinoso característico del sur de Chile) tendrán más dificultades para adaptarse al nuevo clima debido a sus largos períodos de vida.
¿Por qué? En 1993, el científico y líder del grupo Milenio Forecos, Antonio Lara, publicó una investigación que analizando los anillos de crecimiento del alerce descubrió especímenes que tenían 3.600 años de edad en el sur de Chile, lo que convierte a estos árboles en una de las especies más longevas del planeta. Debido a que las huellas del clima también quedan marcadas en el crecimiento de los árboles (si llueve menos, el anillo es más delgado y viceversa), estas investigaciones han permitido también comprobar que el calentamiento global es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos cien años. Pero esta misma longevidad juega en contra de estas especies de bosque nativo chileno: no alcanzan a modificar su ADN con la rapidez suficiente que necesitan para adaptarse a un clima con mayor temperatura.
Ahora bien. El estudio de la U. Austral y el IEB también revela que todos estos fenómenos se pueden mitigar, en parte, conservando las pequeños concentraciones de bosques que perdurarán, para crear microclimas que aprovechen sus características, en especial los de tipo esclerófilo. Por ejemplo: una zona de cultivo presenta menos temperatura si en su entorno existen estos bosques, ya que evaporan gran parte del agua que consumen, un proceso en el cual consumen energía del Sol y enfrían el ambiente. Desde hace cinco años que la académica de la U. Austral Olga Barbosa y su equipo del Programa Vino Cambio Climático y Biodiversidad, están trabajando en viñas para mantener “corredores” de vegetación alrededor de los parronales. “Ya se han sumado 14 viñas, con un total de 600 hectáreas como promedio, las que en su conjunto representan el 78% de las exportaciones”, explica Barbosa.
Hay que agregar que, en contraste con otras especies como el pino y el eucalipto, que consumen mucha agua y saturan los suelos, los árboles nativos actúan como una suerte de “esponja”: absorben el agua alimentando las capas subterráneas que alimentan vertientes y pozos.
DISMINUCION DE GLACIARES
Medidas como la mantención de los bosques nativos pueden resultar vitales, considerando que otra de las consecuencias de la disminución de precipitaciones y el aumento de temperatura es la pérdida de importantes reservas de agua, debido al sostenido retroceso que presentan los glaciares en todo el país. Un fenómeno que los estudios muestran se ha ido acentuando: se estima que el 90% de los glaciares en todo Chile ha disminuido en mayor o menor medida su volumen. Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios Científicos (Cecs), es uno de los expertos que más ha estudiado estos glaciares. Utilizando sofisticados instrumentos científicos, las investigaciones en que ha participado han aportado evidencia para probar que el calentamiento global afecta con mayor fuerza a las zonas de altura, lo que contrasta con lo que ocurre en la zona costera. ¿Qué significa esto? El aumento de temperatura en las montañas implica que la línea de nieve sube y que, como resultado, hay menos precipitación sólida, haciendo que el volumen y masa del glaciar disminuya.
De esto hay ejemplos dramáticos en la Patagonia, como el glaciar Jorge Montt, que durante el siglo XX retrocedió 20 kilómetros. En tanto, estudios realizados en glaciares en la zona del Cajón del Maipo muestran que éstos han perdido entre el 15% y 20% de su área en los últimos 60 años. El descenso proyectado en las precipitaciones que muestra el nuevo estudio de la U. de Chile tenderá a incrementar este fenómeno, pero Andrés Rivera advierte que todos estos análisis se basan en modelos de predicción, que pueden ser en parte mitigados por fluctuaciones interanuales del clima, como fenómenos La Niña y El Niño. “Son tendencias que se superponen con la variabilidad climática, por lo que no es que estemos ante un escenario de extinción, sino de disminución de áreas”, dice.
LA MITIGACION
Lo que nadie discute es que con la disminución de lluvias y de glaciares se presentará un déficit en la disponibilidad de agua. Leonel Sierralta explica que uno de los sistemas que se proponen para contrarrestar este fenómeno es la construcción de grandes embalses a partir del agua proveniente del deshielo, una suerte de “reemplazo” de la función que hasta ahora cumplen los glaciares que desaparecen. La idea es que estos embalses puedan ir liberando agua de forma paulatina en los meses secos, ayudando a conservar saludables cuencas de los ríos y manteniendo las reservas de aguas. Todo esto también ayuda a atenuar la desaparición de los bosques y a conservar los ecosistemas que los sostienen.
En el Ministerio del Medio Ambiente dicen que este estudio busca precisamente contar con información científica que permita adoptar políticas públicas que ayuden a contrarrestar estos fenómenos en el largo plazo: embalses, obras hidráulicas, sistemas de regulación hidrológica y mejoramiento de la red de canales de riego son algunas de las opciones a las que se puede acceder. “Las políticas cortoplacistas son insuficientes para tomar decisiones adecuadas para proteger nuestra riqueza natural”, dice la ministra de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez.
La ministra agrega que se contempla una estrategia de Estado para combatir el nuevo escenario climático, un plan que se llevará a cabo en conjunto con otros ministerios. Esta estrategia considera nueve planes sectoriales de adaptación y un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. “El plan del sector silvoagropecuario está terminado, el de biodiversidad está entrando en consulta pública. Los otros siete planes son: Turismo, Energía, Pesca y Acuicultura, Salud, Infraestructura, Recursos Hídricos y Ciudades”, concluye la ministra Benítez.

CALENTAMIENTO GLOBAL UNA REALIDAD

El impacto del cambio climático en Chile

Hacia 2050 no sólo viviremos en un país más caluroso, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con más días nublados. Una serie de paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas, trasladando cultivos desde la zona central hacia el sur y disminuyendo la cobertura de nuestros bosques. Son las conclusiones de nuevos estudios que, más allá de los evidentes cambios, resultan fundamentales para diseñar estrategias que mitiguen los efectos del calentamiento global en Chile.

por Ricardo Acevedo - 22/06/2013 - 03:14
En los Valles de Leyda y Casablanca, en la zona central, son los trabajadores que siembran y cosechan la tierra quienes más saben de cambio climático. No necesitaron conocer los reportes de Naciones Unidas ni escarbar en complicados estudios científicos para saber que el clima está cambiando de forma acelerada en unas pocas décadas. Allí no hay escépticos, tampoco ecologistas ni defensores de causas perdidas, sólo gente que ha vivido toda una vida ligada al campo. Si una planta no crece, si llueve menos, si las temperaturas son más altas o más frías, son ellos a quienes hay que preguntar. “Antes el agua de los pozos la encontrábamos cerquita, a unos ocho metros ya encontraba agua usted. Hoy tiene que hacer pozos mucho más grandes, a veces de hasta 80 metros para poder encontrar algo”. No es raro hallar testimonios similares en los campos de Chile. Y la evidencia científica más reciente respalda estos relatos de primera mano, al punto que pocos dudan a estas alturas de que hemos comenzado a vivir los efectos del calentamiento global y que la actividad del hombre está detrás del fenómeno.
Este año, por primera vez, la presencia de Co2 en la atmósfera superó la marca de las 400 partes por millón, duplicando en un lapso de poco más de cien años los niveles que existían antes de la era industrial. Ningún ciclo natural es capaz de causar este efecto en tan corto período, como demuestra el hecho de que durante toda la civilización humana los niveles de dióxido de carbono se mantuvieron entre las 180 y 280 partes por millón. Lo que, según estudios de la Nasa y los paneles de expertos de la ONU, ha causado que en las últimas tres décadas la temperatura del planeta haya subido en un grado Celsius como promedio.
En Chile, el océano Pacífico tiene un efecto moderador del impacto que a nivel global causa el alza de temperatura, pero nuevos estudios revelan que aun así el país registrará cambios significativos en el clima.
Una investigación encargada por el Ministerio del Medio Ambiente al Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile analizó los escenarios climáticos hacia 2030 y 2050. ¿Sus conclusiones? De no aplicarse medidas de mitigación, no sólo viviremos en un país más cálido, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con días más nublados, sino que muchos paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas. Los posibles efectos incluyen el traslado de los cultivos tradicionales de la zona central hacia el sur y la disminución de la cobertura del bosque nativo.
Claro, el informe de la U. de Chile no plantea un destino ineludible. Pero si todo se mantiene tal cual es muy posible que, así como hoy en el campo los más viejos se admiran por “lo mucho que ha cambiado el clima”, nosotros tendremos que contar a nuestros nietos cómo era el paisaje chileno cuando el milenio recién comenzaba.
CLIMA MAS CALIDO
El aumento de temperatura afectará a todo el territorio. Pero si usted vive en las ciudades del interior, su percepción del cambio será mucho mayor. La cercanía del océano mitiga el impacto, porque la nubosidad y brisa marina que ingresan al continente mantienen los niveles de humedad, a lo que se suma el efecto de fenómenos como La Niña, que enfrían la superficie del mar disminuyendo las temperaturas. Por eso se estima un aumento promedio de 1,5 grados para la costa, cifra que irá creciendo a medida que se avanza hacia el interior: sobre los dos mil metros de altura, el alza podría llegar a superar los tres grados centígrados.
Si es un santiaguino acostumbrado a noches de verano más frescas, que lo alivian del calor del día, hacia 2030 lo más probable es que deba considerar sí o sí un sistema de aire acondicionado si quiere dormir bien. Porque en verano la capital registrará un aumento en sus temperaturas mínimas y máximas. Se proyecta, por ejemplo, un alza de 1,6 grados en la máxima promedio, pasando de 30,5° de ahora a 32,1° durante los eneros de los próximos 17 años. Y olvídese del frío intenso en julio: la temperatura mínima promedio se elevará 2,1 grados (de los 4,2 grados actuales a 6,3 grados).
Hacia mediados de siglo, una de las ciudades más cálidas del país será Los Andes, con máximas promedio en verano de 33,3 grados, es decir, 2,4 grados más que ahora.
Las regiones que hoy son más frías experimentarán el mismo fenómeno. Concepción, por ejemplo. Si la temperatura mínima en pleno invierno alcanza un promedio de 3,5 grados, hacia 2030 llegará a 4,4 grados, prácticamente un grado más en tan sólo 17 años. Para 2050, las temperaturas mínimas serán todavía más elevadas, llegando a los 4,9 grados en esa ciudad. Igual situación para el norte. Calama, enclavada en pleno desierto, con temperaturas máximas que subirán 1,9 grados en el verano respecto de las actuales. Sin embargo, habrá otro cambio aún más notorio en esta zona: las temperaturas mínimas extremas que suelen caracterizar el clima del desierto también aumentarán. Para mediados de siglo, el alza será de 2,5 grados, pasando de 1,3 grados a 3,8 grados la mínima promedio en invierno.
Para el doctor Fernando Santibáñez, responsable científico del estudio, los alcances de este aumento de temperatura son significativos, afectando las precipitaciones, la nubosidad y, en especial, al paisaje. No sólo tendremos que acostumbrarnos a más días nublados debido al contraste con el océano: el clima cálido aumenta la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra firme, contraste que moviliza más aire desde la costa hacia el continente. También habrá que sumar que, mientras disminuyen las lluvias, aumentarán eventos extremos, como tormentas eléctricas y granizadas, algo similar a lo que ocurre en el trópico, pero con episodios súbitos que podrían desencadenarse en verano o invierno.
MENOS LLUVIAS
Es en este contexto que uno de los principales desafíos será enfrentar las consecuencias de la disminución de precipitaciones. Datos de la Dirección Meteorológica de Chile señalan que, en promedio, actualmente se registran 10 días menos de lluvia que hace 100 años. Y esta tendencia se acentuará. Dentro de 17 años, la capital registrará 46 mm menos de agua caída y para 2050 serán 64 mm menos. Más al norte, el escenario es peor: en Ovalle, por ejemplo, la disminución de las precipitaciones significará casi 20 mm menos de agua caída en 2030 y casi 30 mm menos en 2050. Otra zona igualmente agrícola es la de Curicó. Y ahí el tema es más marcado. En 2030 se registrarán 131 mm menos de lluvia y a mediados de siglo, la baja será de casi 180 mm.
En efecto, el estudio de la Universidad de Chile proyecta que el fenómeno se está acelerando. Uno de los ejemplos más claros en este sentido es Valdivia. Un estudio dado a conocer en 2007 por la Universidad Austral, que analizó información de estaciones meteorológicas entre Concepción y Aysén, documentó una disminución de 540 milímetros durante los últimos 71 años en la Región de Los Ríos. Pero el análisis de la U. de Chile muestra que bastarán 17 años para que esta zona registre casi 250 mm menos.
No es todo. En la zona centro sur también se presentará otro fenómeno: lloverá más intensamente en cortos períodos de tiempo, lo que impide la infiltración de agua hacia las napas subterráneas, al escurrir más rápido en la superficie. En términos simples, el agua no se alcanza a absorber (ni a acumular en el subsuelo), por lo que degrada los suelos y eleva el riesgo de desastres naturales, como avalanchas y deslizamientos de tierra. Todo esto no sólo afecta la disponibilidad de agua para la agricultura, también influye en la disminución de ecosistemas sensibles como el bosque nativo, desplazando hacia el sur climas que hoy caracterizan al Norte Chico y la zona centro sur.
Sólo en Arica y Calama se registrará un leve aumento de precipitaciones. En la capital de la XV Región, el agua caída pasará de 2 mm a 2,1 mm, mientras que en la ciudad minera subirá de 20,5 a 24,1. Un fenómeno que ya fue advertido en el estudio “Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI”, realizado por el Departamento de Geofísica y Matemáticas de la U. de Chile, donde se explica que en el Norte Grande y especialmente en el altiplano, habrá un aumento de lluvias en primavera y verano, reforzadas por el invierno boliviano.
EL DESIERTO AVANZA
En este nuevo escenario climático los bordes del desierto se extenderán un promedio de 50 kilómetros, lo que prácticamente “empujará” hacia el sur climas que hoy son propios de la zona central. “Estos cambios se manifestarán principalmente hasta el sur de la Araucanía”, explica Santibáñez.
La Cuarta Región, por ejemplo, con su clima árido, de vegetación arbustiva, pero de excelencia para cultivos como las viñas, comenzará a mostrar un paisaje cada vez más parecido al desierto, donde será imposible sostener la agricultura tradicional. Santiago, en tanto, transitará de un clima semiárido a uno árido, exhibiendo un paisaje mucho más cercano al que conocemos hoy en la IV Región. En la precordillera usted encontrará menos bosques y más matorral de tipo espinoso, como el que aprecia hoy cuando viaja por carretera al Norte Chico.
“Los abuelos de mediados de este siglo van a poder reconocer este cambio en el paisaje”, dice Leonel Sierralta, jefe de la División de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, quien explica que los límites agrícolas en el Chile más cálido se modificarán, de manera que habrá cultivos de la zona central que sólo se podrán hacer más al sur. Y los cambios ya se están apreciando. Un ejemplo es lo que sucede con frutos como el kiwi y que complica los procesos de exportación: están madurando antes de llegar a otros países. “Es muy probable que todo lo que se produce hoy hasta Talca llegue a tener mejores condiciones para ser cultivado en regiones como el Biobío y la Araucanía”, explica Fernando Santibáñez.
EL NUEVO MAPA DEL VINO
Uno de los cultivos más importantes que se desplazarán es el vitivinícola. ¿Se imagina comprando un vino que fue producido en Valdivia? Esto podría ser realidad hacia 2050. Un estudio dado a conocer a fines de marzo por la Universidad Austral y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) explica que se perderá gran parte de la actual zona apta para viñas, pero que se abrirán nuevas áreas en lugares hasta ahora inusuales, como Talca y Valdivia.
En Chile, el área de producción de vino actualmente se extiende entre la IV Región y el Biobío, pero el aumento de temperatura y la menor disponibilidad de agua ya empiezan a notarse: el 95% de las viñas tiene problemas de suministro de agua, según el estudio. De hecho, se estima que en las actuales regiones de clima mediterráneo, como Maipo, Cachapoal y Colchagua, donde se cultivan variedades premium, la zona apta para vinicultura disminuirá en 25%.
Claro que no todo está perdido para la zona central. Una de las conclusiones del estudio es que se podrá recurrir a nuevas cepas que ofrezcan sabores similares, pero que se adapten mejor al nuevo clima. Y, según los autores del estudio del Ministerio del Medio Ambiente, la zona podría renovar su agricultura, optando por cultivos tropicales (cereales, cítricos, paltas y chirimoyas) beneficiados con la disminución de heladas y el aumento de temperatura.
BOSQUES QUE SE DESPLAZAN
Especies como el quillay, el boldo y el litre, el peumo y el maitén, que para todos son familiares en la zona central, podrían prácticamente desaparecer de los ecosistemas. Una posibilidad es que persistan sólo en áreas mucho más reducidas, como aquellas que mantendrán humedad en quebradas y en zonas costeras. Estos árboles forman parte del llamado bosque esclerófilo, que regula las cuencas de los ríos, absorbe agua alimentando napas subterráneas, evita riesgos naturales como deslizamientos de tierras y alberga una biodiversidad que incluye mamíferos como el zorro, el puma, así como numerosas especies de aves. Pero lo más común en la zona central de mediados de siglo será el matorral espinoso, un paisaje más seco, árido, parecido al que presenta actualmente la IV Región.
Más hacia el sur también habrá cambios en los bosques. A mediados de la década pasada, un estudio realizado sobre la base de los anillos de crecimiento de árboles por científicos del Núcleo Científico Milenio Forecos, de la Universidad Austral, había ya sugerido que la distribución de la vegetación austral estaba sufriendo transformaciones importantes. Ahora, Patricio Pliscoff, académico del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile y que participó en el estudio que encargó el Ministerio del Medio Ambiente, explica que según el nuevo análisis, especies nativas como el alerce, la araucaria y el ciprés de las Guaitecas (especies de coníferas que conforman el llamado bosque resinoso característico del sur de Chile) tendrán más dificultades para adaptarse al nuevo clima debido a sus largos períodos de vida.
¿Por qué? En 1993, el científico y líder del grupo Milenio Forecos, Antonio Lara, publicó una investigación que analizando los anillos de crecimiento del alerce descubrió especímenes que tenían 3.600 años de edad en el sur de Chile, lo que convierte a estos árboles en una de las especies más longevas del planeta. Debido a que las huellas del clima también quedan marcadas en el crecimiento de los árboles (si llueve menos, el anillo es más delgado y viceversa), estas investigaciones han permitido también comprobar que el calentamiento global es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos cien años. Pero esta misma longevidad juega en contra de estas especies de bosque nativo chileno: no alcanzan a modificar su ADN con la rapidez suficiente que necesitan para adaptarse a un clima con mayor temperatura.
Ahora bien. El estudio de la U. Austral y el IEB también revela que todos estos fenómenos se pueden mitigar, en parte, conservando las pequeños concentraciones de bosques que perdurarán, para crear microclimas que aprovechen sus características, en especial los de tipo esclerófilo. Por ejemplo: una zona de cultivo presenta menos temperatura si en su entorno existen estos bosques, ya que evaporan gran parte del agua que consumen, un proceso en el cual consumen energía del Sol y enfrían el ambiente. Desde hace cinco años que la académica de la U. Austral Olga Barbosa y su equipo del Programa Vino Cambio Climático y Biodiversidad, están trabajando en viñas para mantener “corredores” de vegetación alrededor de los parronales. “Ya se han sumado 14 viñas, con un total de 600 hectáreas como promedio, las que en su conjunto representan el 78% de las exportaciones”, explica Barbosa.
Hay que agregar que, en contraste con otras especies como el pino y el eucalipto, que consumen mucha agua y saturan los suelos, los árboles nativos actúan como una suerte de “esponja”: absorben el agua alimentando las capas subterráneas que alimentan vertientes y pozos.
DISMINUCION DE GLACIARES
Medidas como la mantención de los bosques nativos pueden resultar vitales, considerando que otra de las consecuencias de la disminución de precipitaciones y el aumento de temperatura es la pérdida de importantes reservas de agua, debido al sostenido retroceso que presentan los glaciares en todo el país. Un fenómeno que los estudios muestran se ha ido acentuando: se estima que el 90% de los glaciares en todo Chile ha disminuido en mayor o menor medida su volumen. Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios Científicos (Cecs), es uno de los expertos que más ha estudiado estos glaciares. Utilizando sofisticados instrumentos científicos, las investigaciones en que ha participado han aportado evidencia para probar que el calentamiento global afecta con mayor fuerza a las zonas de altura, lo que contrasta con lo que ocurre en la zona costera. ¿Qué significa esto? El aumento de temperatura en las montañas implica que la línea de nieve sube y que, como resultado, hay menos precipitación sólida, haciendo que el volumen y masa del glaciar disminuya.
De esto hay ejemplos dramáticos en la Patagonia, como el glaciar Jorge Montt, que durante el siglo XX retrocedió 20 kilómetros. En tanto, estudios realizados en glaciares en la zona del Cajón del Maipo muestran que éstos han perdido entre el 15% y 20% de su área en los últimos 60 años. El descenso proyectado en las precipitaciones que muestra el nuevo estudio de la U. de Chile tenderá a incrementar este fenómeno, pero Andrés Rivera advierte que todos estos análisis se basan en modelos de predicción, que pueden ser en parte mitigados por fluctuaciones interanuales del clima, como fenómenos La Niña y El Niño. “Son tendencias que se superponen con la variabilidad climática, por lo que no es que estemos ante un escenario de extinción, sino de disminución de áreas”, dice.
LA MITIGACION
Lo que nadie discute es que con la disminución de lluvias y de glaciares se presentará un déficit en la disponibilidad de agua. Leonel Sierralta explica que uno de los sistemas que se proponen para contrarrestar este fenómeno es la construcción de grandes embalses a partir del agua proveniente del deshielo, una suerte de “reemplazo” de la función que hasta ahora cumplen los glaciares que desaparecen. La idea es que estos embalses puedan ir liberando agua de forma paulatina en los meses secos, ayudando a conservar saludables cuencas de los ríos y manteniendo las reservas de aguas. Todo esto también ayuda a atenuar la desaparición de los bosques y a conservar los ecosistemas que los sostienen.
En el Ministerio del Medio Ambiente dicen que este estudio busca precisamente contar con información científica que permita adoptar políticas públicas que ayuden a contrarrestar estos fenómenos en el largo plazo: embalses, obras hidráulicas, sistemas de regulación hidrológica y mejoramiento de la red de canales de riego son algunas de las opciones a las que se puede acceder. “Las políticas cortoplacistas son insuficientes para tomar decisiones adecuadas para proteger nuestra riqueza natural”, dice la ministra de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez.
La ministra agrega que se contempla una estrategia de Estado para combatir el nuevo escenario climático, un plan que se llevará a cabo en conjunto con otros ministerios. Esta estrategia considera nueve planes sectoriales de adaptación y un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. “El plan del sector silvoagropecuario está terminado, el de biodiversidad está entrando en consulta pública. Los otros siete planes son: Turismo, Energía, Pesca y Acuicultura, Salud, Infraestructura, Recursos Hídricos y Ciudades”, concluye la ministra Benítez.